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Por Phillipe Henault

Catedrático del Postgrado en Filosofía de la Universidad Autónoma de Guadalajara.

del-smartphone-al-bobaphoneGuadalajara, Jal. mayo 2015.- Cuando la televisión había entrado en muchos hogares del planeta, entre las décadas de los 60 y 70, este avance tecnológico ostentaba tener su lugar de preferencia en la sala de la casa. Era cuando muchos opinaban, que aún, si propiciaba la ociosidad, también constituía un derivativo, una terapia. Por ejemplo, para los abuelitos la TV era terapéutica, ya que les permitía luchar contra el aburrimiento de la última etapa de su vida.

Para los padres de familia la TV era una forma de tener tranquilos a los hijos, y así poder dedicarse al trabajo o al hogar.

En la escuela, aunque se empezó a registrar cierta baja en la atención del alumno, no se veía reflejada de manera drástica la influencia negativa de la televisión, ya que, como contrapeso, el alumno seguía utilizando el libro, herramienta a la cual, acudía diariamente.

Llegaron los video juegos (Atari, Nintendo, etc.) ofreciendo situaciones desligadas de la realidad; sumada a la televisión, esto empezó a quitarle tiempo a la lectura; la concentración, entonces, se vio mermada y como consecuencia de la temática violenta de los "nintendos", se notó que el alumno se había vuelto propenso a los actos violentos. Sin embargo, la gente seguía durmiendo tranquila, no había razón de alarmarse, todo estaba bajo control.

Nació el celular; nada que temer. Al contrario, era algo práctico, la continuación del teléfono fijo en la casa.

Conforme la tecnología estaba registrando avances muy significativos, se le colocó al celular una pantalla y un dispositivo (o herramientas) que le permitían casi substituir a la computadora de escritorio, luego a la "lap-top", ya que desde el lugar más remoto del planeta, uno podía tener acceso a una cantidad enorme de datos.

¡Qué maravilla! Además, como la cereza sobre el pastel, los precios del celular y de los servicios anexos, de tener un nivel de precios un tanto elevados, después pasaron al alcance de todos.

Podemos hablar de un proceso de democratización de un aparato con la amplitud y velocidad de un tsunami, con un nivel de aprobación de dar envidia a los políticos más populares.

No vamos a explayarnos sobre los aspectos colaterales en los que tocan las relaciones al seno de la familia; la escena grotesca de un entorno familiar en un restaurante donde cada miembro intercambia con el otro por medio de su aparatito habla por sí misma.

Lo que nos llama la atención es el interés creciente que le da el chico al mundo virtual. ¿Cuál es la referencia cotidiana e irrevocable del alumno en el salón de clase? Pues, lo que le proporciona su Smartphone.

Discriminación, análisis, cotejo de información..., ¡ya es pedirle mucho! Un buen "copy-paste" y se resuelve el problema. Esfuerzo, concentración, pasión para buscar lo verdadero..., todo se ve mermado; quedan la facilidad, el engaño a sí mismo para fingir conocer algo que resulta más confuso; en breve se cayó en lo fácil, en lo mediocre...

¿Cuáles son las perspectivas para el futuro? ¡Por nada alentadoras!
Al igual que la rana que poco a poco se sumerge en el agua hervida, que se siente cómoda mientras no se eleve demasiado la temperatura, el chico penetra poco a poco en su mundo virtual con un creciente grado de inconciencia hasta que el menor trancazo lo despierta a la realidad del momento.

Si la realidad que se le ofrece al chico no rebasa los límites de su "smartphone", volviéndose un ser ciego a toda circunstancia que lo rodea, ¿cómo podemos esperar que se sensibilice con lo que se relaciona con sus semejantes?

Tal como los robots de su mundo virtual, el usuario del smartphone se volvió un ser frío, indiferente a su entorno, un ente parecido a los "aparachiks" de la ex Unión Soviética que mandaban a masas enteras a los campos de concentración sin fruncir el ceño.

Ya nació el "homo homini monstrus" (el hombre es un monstruo para el hombre) que substituye al "homo sapiens" creado a imagen y semejanza de un Dios de amor.

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